El desplazamiento desde la alegría y el fervor de los proyectos hacia el desconcierto ante el estallido de un absurdo abominablemente inexplicable: ¿una constante de la historia argentina en las últimas décadas? Arde aún sobre los años es un relato de un realismo profundo. El adjetivo no es metafórico. No se trata de un realismo de superficie, del mero testimonio, con candoroso afán fotográfico, acerca de los hechos vividos en nuestro país durante los años de la mentira, la violencia y la represión. La novela de Fernando López rescata la alegría y el fervor. Hace vivir los entusiasmos de un grupo de muchachos que viven en un pueblo clausurado en sí mismo, pero invadido por la corrupción exterior. Unos muchachos entregados a desopilantes proyectos cinematográficos narrados con irresistible humorismo.
De pronto, lo imaginario se pervierte y se despeña gradualmente en el horror: La guerra de las Malvinas y su secuela de autoengaños, trampas, muerte. El juego de lo imaginario proyectado hacia una simbología sobrecogedora. Fernando López narra con pasión y con gracia sostenida; puede sonreír y hasta reír aun en la inminencia del horror. Y su compromiso con su propia escritura, con el país que vive plenamente, le prohibe el olvido y lo insta al impulso de la reinauguración constante.
No en vano en el título de esta novela resuenan unos versos de Canto General de Pablo Neruda:
y aquí está la sangre caída ardiendo aún sobre los años como una corola implacable.

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