De segunda mano en excelente estado
La carpera. Memorias de una prostituta rural. Silvia Soler
Durante más de veinte años Milka Silvera vivió de su oficio de prostituta itinerante. Empezó en ciudades y pueblos medianos, pero a medida que nuevos hábitos sexuales se incorporaron a la sociedad urbana, huyó hacia lo más tradicional del campo uruguayo. Era prostituta sí, pero nunca estuvo dispuesta a abandonar principios: no aceptaba ciertas prácticas eróticas. En las ciudades, el trabajo se volvió difícil. Por eso Milka buscó la clientela entre el paisanaje más aislado. Y se hizo carpera. Con el permiso del patrón de la estancia, levantaba la cara a orillas de algún arroyo, a la espera de la peonada. Disfrutaba del aire libre, pero al mismo tiempo sentía la desprotección, y el sacrificio de pasar días y noches a la intemperie. En todos esos años se sucedieron las parejas y los hijos –cuatro lograron criarse- a los que dejó en manos de familiares y cuidadoras amigas. La prostitución no le permitió ahorrar para la vejez. Hasta el 2000, iluminaba el rancho a farol por falta de dinero para la instalación de la luz eléctrica. Hoy, sobrevive de una pequeña jubilación, de las hortalizas que cultiva y de la confección de prendas artesanales en lana cruda de oveja. Se la ve como una abuela regordeta hilando la rueca en las siestas pueblerinas de Blanquillo. Su oficio fue dar amor a cambio de vintenes, ahora que el torbellino pasó, sus días transcurren tranquilos entre plantas, perros y gatos, en el centro mismo del Uruguay rural.
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